miércoles, 26 de noviembre de 2008

Otra crónica extraída de la Revista MACANAZ realizada por dos geniales hellineros

Claro esta que siempre miro en mi archivo de notas que tengo en donde encontré este escrito con titulo “Don Javier Rodríguez de Vera y Rodríguez” realizado por los hellineros Antonio Millán Pallares y Emiliano Martínez, este último era por aquel entonces el cronista de la ciudad.
Yo tuve la suerte de conocer al primero a D. Antonio Millán Pallares pues era jefe de una de mis hermanas.
Este es el artículo en cuestión es de la revista literaria MACANAZ:
:
“Don Javier Rodríguez de Vera y Rodríguez” por Antonio Millán Pallares y Emiliano Martínez

Sin pretender agotar el tema, sino más bien para animar a otros, nos acercamos a la figura prócer de don Javier. Cierto es que hemos procurado allegar el mayor número posible de datos, pero éstos y los documentos acumulados son, por desgracia, a todas luces insuficientes pata precisar con perfiles definidos esta Ligara que mas parece de leyenda. Muchas personas ano le recuerdan, y otras pueden tener datos escritos que añadir a los nuestros. Bien quisiéramos acuciar a todos y, entre unos y otros trazar su biografía definitiva.

Los datos capitales de este intento biográfico están tomados del semanario carlista barcelonés «Juventud», y fueron publicados una semana después de la muerte de don Javier. Las fechas de los ascensos y cruces están contrastadas por nosotros con los documentos auténticos. Las anécdotas, de labios de algunos de los que le conocieron, o de las pocas cartas llegadas a nuestras manos. Lástima grande que la mayor parte de la correspondencia se haya perdido. La guardaba celosamente, pero él mismo la entregó a manos extrañas y salió de Hellín con el caudal ingente de noticias que atesoraba.

Don Javier es héroe de leyenda. Figura destacadísima en la segunda guerra carlista; curtido en cien batallas en Cuba, Santo Domingo y Filipinas; viajero infatigable, para el que son paseos sin importancia ir a Londres, Roma o Nueva York; figura romántica en los salones de la Corte y de la nobleza; dos veces religioso en cartujas francesas y una en la austerísima Trapa; portador de c embajadas personales y secretas del rey don Carlos ante S. S. el Papa Pío IX. Todos éstos, y muchos más, serían cuadros de deslumbrante colorido si pudiéramos reconstruirlos a la luz de documentos que desavenencias familiares aventaron de Hellín en vida de nuestro héroe.

El artículo a que aludimos antes y el que dedica a don Javier la "Enciclopedia Espasa" contienen algunos errores. Don Javier no nació en Hellín, como siempre creímos. El libro 43, folio 150, de bautismos, de la Parroquia de la Asunción inserta las partidas de él y de sus hermanos José y María de la Piedad como nacidos en Orihuela, y trasladadas al archivo de Hellín e insertas en él a petición de su pudre, que desempeñaba importante cargo en el Correo Real en Alicante, y tal vez en Orihuela (1).

Nació en esta ciudad el dia 3 de mayo de 1838, y fué bautizado ese mismo día en la Santa Iglesia Catedral, imponiéndosele los nombres ríe Francisco Xavier José de la Cruz Ramón Filomeno. Fué hilo legítimo de don Francisco Xavier Rodríguez de Vera y de doña María de Jesús Rodríguez Valcárcel, ambos de Hellín. Sus abuelos paternos fueron don Mariano Rodríguez de Vera López Guerrero, también de Hellín, y doña Manuela Salinas González Guiroil, natural de Florencia, y abuelos maternos, don Manuel Rodríguez Cebrián y doña Teresa Valcárcel Salazar. Doña Teresa actuó de madrina en el bautismo. Todas eran familias ilustres. De la familia Salinas se ha ocupado repetidas veces en estas mismas columnas el R. P. Juan Meseguer, O. F. M. La buena doña María Jesús Rodríguez era conocida en Hellín y sigue siendo recordada como doña Mariquita la Pelá, haciendo alusión a su apellido, que no arrastraba el Vera de su esposo, aunque no por esto menos ilustre. Esta señora fué durante muchísimos años Camarera de la Santísima Virgen del Rosario; le ayudaba su nieta doña Remedios Marín, que tras muchas vicisitudes y curiosos altercados, heredó el cargo. Nombrada Camarera en 1906, lo fué hasta su muerte en 1950.

No sabemos si por propio impulso o por deseos familiares, abraza nuestro biografiado la carrera de las armas. Por un despacho que firma don Javier de Azpiroz y Jalón, es nombrado Caballero Cadete supernumerario interno del Cuerpo Nacional de Artillería, con opción a plaza de número, que obtiene el 29 de noviembre de 1855, contándosele la antigüedad en el servicio desde el 3 de agosto de 1852, o sea a los catorce años de edad.

El 12 de septiembre de 1856, se le nombra Sub-brigadier por «su juiciosa conducta, talento, aplicación al estudio y amor al servicio nacional". La Reina Isabel II firma un Despacho el 1 de septiembre de 1857 para el ingreso en La Escuela de Aplicación de Artillería, y firma otro el 27 de noviembre del siguiente año, en que se le nombra Subteniente alumno de dicha Escuela. Este Despacho lleva también la firma de 0'Donnell. Por fin, el 27 de julio de 1859 firma doña Isabel en el Palacio Real de Han Ildefonso el nombramiento de Teniente de Artillería.

Servía en el 5.º Regimiento de Artillería a pie cuando surgió la célebre anexión a España de la República de Santo Domingo. El ardor patriótico y guerrero de don Javier impulsóle a solicitar un puesto en el ejército de ocupación de la isla mencionada. Juntamente con el permiso solicitado se le concedió el grado de Capitán en 11 de marzo de 1862. En Santo Domingo combatió bizarramente contra los enemigos de la patria, distinguiéndose por asar heroísmo y arrojo en los sitios de mayor peligro, a la par que por su pericia y por sus disposiciones habilísimas". Puso de relieve estas dotes excepcionales de soldado valeroso y estratega insigne e inteligente en las victorias de Bay, Sabana-Buey, Montechristi, Laguna Verde. Por su comportamiento en los hechos de armas de febrero de 1863, se le concede la Cruz de la Orden de Carlos III.

Al llegar aquí podemos abandonar un poco la sequedad de documentos fechas para acercarnos más a la figura de nuestro héroe. Sabemos por sus contemporáneos que era extremadamente jovial. Su entusiasmo por los toros era locura. En las corridas, "voceaba como el que más». Era tan grande su afición a la Fiesta Nacional, que al despedirse de sus familiares para ingresar en un monasterio trapense, les dijo que ase detendría en cuantos lugares a su paso hubiese corridas». Con motivo de un cambio de guarnición, sus compañeros le dedican unos versos "al despedirse de nosotros a bordo del vapor "Infanta Isabel", que si no añaden gloria a la poesía española, sí reflejan lo que debió de ser nuestro héroe. "Jamás olvidar podremos-ese carácter jovial,-ese corazón sincero, notoria bondad-y esa amistad sin ejemplo».

La gloria militar y el aprecio de todos le rodeaban. Pero la causa por la que luchaba le parecía pequeña. Las intrigas y revoluciones de la Corte llegaban a Cuba y Santo Domingo, en donde nuestros soldados trataban en vano de mantener erguido y limpio el pabellón de España, que se agitaba va con vientos de huracán. Sus cartas hablan de la presencia un poco intranquilizadora de armadas extranjeras' en aquellas aguas: Los chispazos se suceden y don Javier nota; que no tienen réplica adecuada. Desea dejar aquello. Pregunta xi está en Madrid un general amigo suyo, "porque se me figura que voy a probar a pedir también licencia ilimitada para poner al Gobierno en el compromiso de decirme que no». Con otros compañeros firma un manifiesto de adhesión al Cuerpo de Artillería después de los sucesos de Madrid de 22 de junio de 1866.

Don Javier está lleno de ardor patriótico, pero tiene el corazón rebosante de angustias y soledades: "ya estoy cansado de estar solo--escribe a su madre-y no tener quien me llaga mismos". Es la primera vez que apunta el deseo de casarse, que repetirá muchas veces, pero que no realizará nunca. Su situación económica es apurada y debió de serlo mucho por aquel entonces la de su familia. Se priva hasta de cosas necesarias para enviar medicinas a su madre, y reprende a su hermana Manuela porque le hace encargos que juzga dispendios en aquella situación. Cree que es un lujo la máquina de coser que le encarga, y cuando, en otra carta, le dice que le envíe un reloj, le contesta que no hace falta, ya que el de la iglesia de Hellín es muy grande y hermoso, y se ve y oye muy bien, y menos necesario que las medicinas.

Al regresar, por fin, a la Península, fué destinado al 4.º Regimiento Montado de Aitillería, de guarnición en Madrid, en el que permaneció hasta 1871.

Al año siguiente marcha a Burdeos para ingresar como novicio en la austerísima Trapa. No sabemos nada de los motivos que le impulsaron a dejar el mundo. Ya en la vejez, sentado al piano, improvisaba canciones burlescas, y en algunas hacía alusión a su ingreso en la Trapa. El día anterior a su marcha, decidido, por fin, a ser religioso, asistió a una representación de ópera en el Real, y muy galante, envió a la "prima donna" una rosa ; al levantarse el telón observó la flor en el pecho de otra, y años más tarde cantaba al piano: "cansado de un desengaño, en la Trapa me metí; allí estuve más de un año y ninguna fué a por mí".

En efecto, estuvo en la Trapa año y medio, y al proclamarse la República sintió hervir su sangre en el amor más puro a su Dios y a SU Patria, y ofreció sus servicios a Don Carlos para combatir la anarquía y la iniquidad y defender el orden y la justicia.

El General Lizárraga confirióle el mando de la sección de Artillería de Su División, vacante por la muerte de don Domingo Nieves.. En todas las acciones de guerra que se dieron en el Norte tomó parte don Javier. Como todos los capítulos de la biografía de don Javier, quedará incompleto este de su actuación en las guerras carlistas. Y es el más interesante y al que consagró él lo mejor de su vida y del que guardaba los mejores recuerdos.

En el Sitio de Tolosa, defendido por cl General Loma, fué tal su valentía, y de tan seguros efectos sus disparos, que al oír el estampido del cañón y ver el destrozo causado por la metralla, exclamaban los del ejército contrario: "Ese que dispara es Rodríguez de Vera." Luchó por sofocar la sublevación del célebre Cura Santa Cruz y combatió con denuedo en Velabieta hasta que agotó todas las municiones.

Los documentos más antiguos denotan la pobreza e improvisación del Ejército Carlista. Simples hojas de papel de barba, sin membretes ni sellos. El primero referente a don Javier, lleva la firma del General Joaquín Elio. Se trata del nombramiento de Teniente Coronel del Arma de Caballería. Por si alguien tenía duda de la autenticidad del documento, añade U?] párrafo que "cuando las circunstancias lo permitan, se les expedirá el correspondiente (despacho) en debida forma". Estella, 26 agosto 1873.

La primera vez que se cita a don Javier como perteneciente al Cuerpo de Caballería es en un despacho firmado por e] Rey Don Amadeo. "atendiendo a los servicios y méritos de vos, el Teniente Corone] Graduado, Comandante de Ejército, Capitán de Artillería don Francisco Javier Rodríguez Vera N' Rodríguez, Vengo en confirmaros en el empleo de Comandante de Caballería que os confirió el Capitán General de la, isla de Santo Domingo, en virtud de las facultades que tenía concedidas... !- en recompensa del comportamiento que observasteis en la acción dada el trece y catorce del citado octubre (1863) en el Río de Santa Cruz de Llamasa..." Algún técnico podrá explicar la anomalía que para los profanos se advierte en las escalas de nuestro biografiado. En un despacho que firma el General Prim, en nombre del General Serrano, Regente del Reino, sólo es don Javier Capitán de Artillería de la Escala General del Cuerpo en la Península. con antigüedad de 16 de agosto de 1866. "que es la que disfruta el fine le sigue inmediatamente en la expresada Escala". Firmarlo también por los generales Serrano y Prim, se concede "al Comandante de Ejército Capitán de Artillería don Francisco Rodríguez de Vera y Rodríguez el grado de Teniente Coronel de Ejército".

Hecho este paréntesis, volvamos a reanudar el hilo de nuestra narración, interrumpido en plena guerra carlista. Lo dejamos colaborando activamente en sofocar la rebelión del Cura Santa Cruz. Por ese hecho se le concede el 17 de enero de 1874 la Cruz blanca de Mérito Militar de 2.ª Clase. E?, 25 de febrero de 1874 acudió a la línea de Somorrostro, dirigiendo la artillería de Guipúzcoa y Alava.

Los días 25, 26 y 27 de marzo luchó contra el Capitán General- Duque de la Torre y contra el General López Domínguez en la batalla de San Pedro Abanto, donde cayó gravemente herido después de haber ocupado el cerro de Buenavista. Esta acción heroica Re premió con la ('laca Roja le la Orden del Mérito Militar.

Su valerosa conducta en el asedio de Bilbao le valió el grado de Coronel y la Medalla de Vizcay. En agosto de 1874 se encarga del mando de la 3.ª Ratería, Montada, que se componía de ocho cañones Withwort de siete centímetros. Por entonces se le concede la "Real y distinguida Medalla de Carlos VII de plata por el celo que habéis manifestado hacia la Religión y hacia Nuestra Persona"..., «dado en Mi Real de Tolosa, a 20 de septiembre de 1875". Firmado: Yo el Rey.

En el célebre sitio de Irún dirigió la batería de Ibayeta. Tres días llevaba de fuego cuando un casco de granada le hirió gravemente en la cabeza. "Por los servicios prestados en el ataque de Irún", se le concede la Cruz Roja de 2.ª a Clase de Mérito Militar. Recordamos haber leído una carta suya dirigida, a: su padre, en la que le invitaba a ir a Irún para presenciar la batalla que se avecinaba; tenía datos curiosísimos fine revelaban su carácter y espíritu aventurero, y lamentamos no poder transcribirlos en este intento biográfico por falta de precisión en nuestra memoria.

No completamente restablecido, volvió a la lucha, distinguiéndose en el sitio de Guetaria.

Desde el Real de Tolosa le envía Don Carlos, en despacho que firma "El Cura del Pinar", un real despacho por el que se le nombra Comendador de la Real y Distinguida Orden de Carlos III.

El 5 de octubre de 1875, "atendiendo al mérito N especiales servicios prestados por e] Coronel de Caballería, Jefe de In Tercera Batería Montada de Artillería, don Francisco Javier Rodríguez de Vera, vengo en promoverle a] empleo de Brigadier de Mis Reales Ejércitos. Dado en Mi Cuartel Real de Estella, a... Yo el Rey".

Desde el cuartel real de Valcarlos se le nombra, en 27 de febrero de siguiente año, Mariscal de Campo «por los buenos servicios y particularmente los méritos fine contra jo en la acción de Mendizorrozt el 29 de enero. En la misma fecha le concede el Rey la Gran Cruz Roja del Mérito Militar.

En el artículo del semanario "Juventud" a que aludimos al principio, se leen estos párrafos ded icados a la acción de Mendizorrozt: "Las dos herirlas que recibiera y las fatigas que el luchar incesante le produjeron, quebrantóle en demasía su salud razón por la que obtenida la licencia de su Rey, se marchó al extranjero con ánimo de tomar unas aguas minerales que los médicos le habían recomendado. Al reincorporarse a filas fué ascendido a Brigadier con destino en Guipúzcoa."

"Eran los días últimos de enero de 1876, cuando nuestro nunca bien llorado don Javier Rodríquez de Vera, dirigía al Conde de Caserta en Estella el siguiente telegrama: "Por confidencia segura que acabo de recibir del Comandante Mugarza, he sabido que cl enemigo se propone romper mi línea en la madrugada de mañana. Ruego a usted ordene que se me refuerce, pues dicen que el General Morales, encargado de aquella operación, dispone de doce mil hombres y yo no tengo mas que los Batallones 5.º y 6.° de Guipúzcoa."

"Aunque se le mandaron algunas fuerzas más, las que pudo reunir eran muy desproporcionadas respecto a las fuerzas liberales. No obstante, el valiente Brigadier colocó con tal acierto sus baterías y dividió su gente con tal maestría, que tras el rudo combate y empeñada lucha, por ambas partes quedaron las tropas carlistas, que sólo contaban con tres batallones, coronadas con el triunfo de Mendizorrozt, donde quedó derrotada retada la División del General Morales de los Ríos. :por esta razón telegrafió en seguida a] mencionado Conde en estos términos: "Enemigo rechazado en la línea de los fuertes con sensibles pérdidas. Liberales entraron dispersos en San Sebastián y ordené Jefe Ratería arroje sobre Capital todos los proyectiles disponibles para completar su derrota."

Otro se hubiera, llenado de legítimo orgullo, pero e] inquieto don Javier, con un alma que no le cabía en el cuerpo y lleno todo él de entusiasmo patriótico y más aún religioso, que en sus años de cartujo y trapense había aprendido a valorar las cosas y atribuir a cada uno su mérito, no se enorgulleció con el triunfo. En el parte que envió al Comandante General de Guipúzcoa relatando el triunfo obtenido, terminaba con estas cristianísimas palabras: "Orgullo necio sería e n mí el atribuir el triunfo obtenido a 1 las disposiciones que yo haya podido tomar...: atribuyamos estas y otras victorias a la innegable y visible protección que nos dispensa Aquélla, a quien el Rey (N. S. Q. D. G.) nos ha dado a reconocer como generalísima de sus Ejércitos. Hagámosnos dignos de ella; procuremos que nuestras fuerzas estén en armonía con los principios que defendemos y entonces tendremos la seguridad de obtener el triunfo que deseamos, lo mismo después de una gran victoria que después do una gran gran derrota."

Hasta hace pocos años se conservaba en Hellín una hermosísima bandera horda da por las religiosas de la Compañía de María riel Colegio do Vergara, que por el anverso ostentaba una imagen de la Inmaculada por el reverso la, de San Ignacio de Loyola. Cuando don Javier regresó a España definitivamente después de emigraciones, viajes y embajadas, pasó la frontera llevándola oculta cosida al capote. Hace algunos años fué regalada por sus familiares a un musco carlista que estuvo primero en la Santa Casa de Loyola y ahora en San Sebastián.

Al terminar la guerra emigró a Francia. Entonces se dedica de lleno a una de sus grandes pasiones: los viajes. Recorre Europa, América y Oceanía. Tal vez sea en estos años cuando visita repetidas voces al Santo Padre llevando embajadas personales de su rey. Muchas veces contaba en su vejez sus repetidas y confidenciales visitas a- Pío IX. De sus viajes volvía colgado de cuanto encontraba. Sobre todo animales, que eran su afición más extraordinaria. Ya en los tiempos de su estancia en Cuba y Santo Domingo, no perdía ocasión de mandar a sus padres a Hellín y Sierra, perros, monos y papagayos, y no hay carta en que repetidas voces no se interese por los que dejó antes de partir. De Filipinas trajo un caimán disecado, que ató con una cadena a la escalera de su casa en Hellín que ocupaba el solar de la actual casa de Correos en la calle de Macanaz. Lo colocó allí apara asustar a los chiquillos": pero éstos perdieron pronto el miedo y jugaban con e] reptil hasta sacarle los ojos de cristal. De sus varios viajes a Tierra Santa volvió cargado de reliquias, que se conservaron en la iglesia de Sierra, hasta la guerra civil.

En el destierro sufrió penalidades y humillaciones. Su misma familia no comulgaba enteramente con su sentir político, pero él mantuvo hasta el fin los postulados de su credo. Al regresar a España fué llamado por la Reina Doña María Cristina a Palacio para reconocerle los grados que había obtenido en e] Ejército carlista, pero el contestó con hidalga entereza "Señora, un militar no debe de servir más que a un rey." Ni las más grandes y poderosas influencias le hicieron doblegar.

De la herida que recibió en Irún no curó completamente y fué perdiendo la vista hasta quedar completamente ciego, desgracia que llevó con admirable y cristiana entereza.

Sus últimos años los pasó en Hellín y en su finca del Prao. Gran devoto de la Orden Franciscana, acogía, en su retiro a los jóvenes religiosos de Jumilla y Orihuela que enecesitaban el aire del campo. Entre ellos, pasó una gran temporada con don Javier el P. Rufino Anchia, que más tarde había de morir asesinado en Hellín el año 36. A don Javier se debe la restauración del convento de franciscanos de nuestra ciudad. Desde la exclaustración. estaba deshabitado el convento de Nuestra Señora de los Angeles, de Hellín. Los años y los hombres amontonaban ruinas sobre ruinas y sólo velaba incólume la prodigiosa Inmaculada de Salcillo que el año 36 había de desaparecer por manos sacrílegas. L a huerta del convento vino a parar a manos de don Javier, y éste dispuso? por los años de 1908 a, 1910, por escritura al Rvdo. P. Provincial Miguel Martínez, que la huerta pasase a mano de sus legítimos dueños a condición de que el usufructo de dicha huerta lo apercibiera e: Asilo hasta que estuviera establecida de nuevo en Hellín la Orden
En los últimos años intensificó la vida piadosa y era edificante verle asistir a las vigilias de la Adoración Nocturna. Completamente ciego, permanecía en oración extática toda la noche en íntimos coloquios con Dios. Por fin, a los setenta y cinco años de edad, murió el 16 de enero de 1913.


NOTAS:

(1) En la partida de un hermano de don Javier aparece su padre como "capitán retirado de Milicias

No hay comentarios: