martes, 27 de enero de 2009

Semana Santa en un pueblo de España...Hellín





«Nuestro desprecio del trabajo manual se acentúa más de día en día y sin embargo, en él está la salvación; él sólo puede engendrar el sentimiento de la fraternidad, el cual exige el contacto de unos hombres con otros.

A. GANIVET, "Idearíum"



Ni aún en la tranquila y grisácea mañana del Jueves Santo, en que sur camas desde Madrid la carretera de Murcia, dejan de ser admirados por turistas extranjeros los bellos jardines de Aranjuez. En el Albergue de Turismo de Quintanar, presagiando quizá la lluvia, esconden sus pájaros el pico entre las plumas y suspenden su jugueteo y canto como queriendo asociarse también a la evocación triste del martirio del Redentor. En la meseta manchega, los pueblos van sucediéndose entre las continuas rectas que tienen su punto de referencia en las torres parroquiales de románico alzado.

Atrás queda el Toboso, y en él, aquella Venta inmortalizada en nuestro libro universal. Y sobre un altozano de las proximidades de Mota del Cuervo, uno de aquellos molinos de aspas que Don Quijote creyera gigantes para librar contra ellos el cuerpo a cuerpo en temerario y loco desafío. Las monotonías de las tierras de la Mancha van quebrándose luego con olivares y robledos; los hornos de cal dan la impresión de inhóspitas y míseras viviendas en ruinas, y los viñedos, con su esmerado cultivo, indican lo que el vino representa en la economía regional.

Sesenta kilómetros al S. E. de la capital de Albacete, en las estribaciones de las sierras que delimitan esta provincia de la de Murcia, un pueblo de España, Hellín, hállase abstraído en el atardecer del Jueves en una de esas esplendorosas jornadas con que sabe solemnizar la rememoración litúrgica del trágico drama de pasión.

Tiene la Semana Santa hellinense notas de peculiar tipismo, rito y tradición que la distinguen entre las de mayor celebridad, y tiene este bonito y simpático pueblo, de perspectiva urbanística arabesca, todo el empaque y el señorío de las ciudades que saben sentir y que saben canalizar en prácticas realizaciones cuanto pueda constituir progreso y culto a su fuero histórico.

Una de esas notas, está representada en «los tambores», Apenas recogida la procesión de la tarde en este Jueves Santo, más de ochocientos tambores sincronizaban su redoble en la más caracterizada calle de la ciudad, atronando el espacio mientras de balcón a balcón, como detonación plena de galanura y esplendidez, se libra la batalla de caramelos. Mas, lo que inicialmente contraría, termina cautivando y todos nos hacemos partícipes de esta atrayente, aunque profana, fiesta nocturna. "El Calvario", es otra de esas notas de peculiar tipismo hellinense. Surca la procesión matinal del Viernes Santo la frondosa vega, que admira da desde el mirador del templo-mezquita del Rosario depara un cuadro de policromía sugestionable que tiene su máximo exponente cuando llegado el cortejo al citado monte, acallados los tambores en la madrugada, redoblan de nuevo, mientras en alocada jauría, como esbirros fariseos, gentes revestidas con raídas túnicas y deplorables atuendos irrumpen en saltos y gritos hasta caer extenuados. Pronto en la pantalla veremos recogida esta escena hellinense enmarcada entre la orla verde de los campos fértiles y gris negruzco de negros nubarrones.

Pero Hellín ha querido innovar sus procesiones aportando una concepción de la imaginería castellana. Tenía su escultor propio, nativo, Zamorano, autor de algunas de las tallas que constituyen el rico patrimonio de su plástica religiosa. También Coullaut Valera tiene allí su obra entre los distintos y suntuosos y pasos que constituyen sus vistosos cortejos procesionales. La Hermandad de los Ex-cautivos recabó de Víctor de los Ríos el paso de las Angustias, y el insigne imaginero esculpió con singular cariño y genial acierto su nueva creación. El "paso" de Víctor de los Ríos ha causado en Hellín gratísima impresión. Inspiradas casi todas las tallas hellinenses en la concepción de Salzillo, representaba una intrigante duda si la concepción artística de Víctor de los Ríos podría ser acogida en tierras realmente levantinas con agrado. Mas, supo nuestro escultor concebir y cincelar una Virgen en cuyo rostro se condensa la belleza y el dolor, lo que ha constituido el éxito principal de su obra.

Ha gustado, pues, el «paso. de Víctor de los Ríos en Hellín. De ello somos testigos fidedignos, como lo somos del esplendor de aquella su Semana Santa, corroborado con el indicio de que en sus cortejos han formado ocho de las más nombradas bandas de música, tales como la de Liria, la de Valdemoro de la Guardia Civil, Academia General del Aire, Almansa, etc. De ello damos fe como también de su ambiente literario y poético que tiene en don Tomás Preciado un esforzado paladín, de su pujanza industrial, de su belleza, y por último, de la hospitalidad de la patria chica del conde de Floridablanca que nos vemos obligados a abandonar antes de gozar del momento sublime de la suelta de palomas en la procesión del Encuentro.



NOTAS:

(1)Fue Publicado en el diario "Proa"(León), el día 19 del pasado mes de abril de 1953, reproducimos hoy con gran complacencia este articulo del ilustre periodista don Manuel Valdés, hermano del doctor del mismo apellido que todos conocemos en Hellín, y que nos honró con su visita la Semana Santa última.

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